Para la economía convencional la noción de trabajo sólo se ocupa del empleo remunerado. Rara vez la economía se pregunta por el sentido vital de ese empleo o si la actividad que realiza es necesaria o dañina para las personas. En paralelo, las mujeres que trabajan en los hogares y se ocupan cotidianamente del cuidado de las personas que viven en él, a pesar de trabajar 24 horas al día, 7 días a la semana y 365 días al año, son consideradas población inactiva.
En estos momentos el empleo se destruye velozmente. Muchas personas dicen “no tengo trabajo”. Si miramos las encuestas de uso del tiempo, nos encontrarnos con la sorpresa de que a pesar de que haya aumentado de forma muy significativa el paro masculino, sobre todo al principio de la crisis, el tiempo de trabajo que las mujeres realizan en los hogares ha aumentado. Con los maridos sin empleo, las mujeres trabajan más. ¿Por qué?
Porque muchos hombres que se quedan en paro, se quedan “parados del todo”, tipo Los Lunes al Sol. Porque esta crisis se ajusta en los hogares. Cuando se recorta en la ayuda a personas dependientes, cuando las personas son desahuciadas de sus casas, cuando desaparecen los ingresos, toda esa precariedad recae sobre los hogares. Son los hogares los que acogen a quienes expulsa el mercado y los que tratan de aliviar las tensiones sociales que provocan los recortes y el paro.
En nuestras sociedades patriarcales, son las mujeres las que cargan con la mayor parte de estas tensiones: buscan cómo ahorrar en la comida, sacan a las criaturas de los comedores escolares para reducir gastos, acogen a las personas de la familia que se quedan sin casa o empleo, cuidan ellas mismas a las personas dependientes cuando ya no cuentan con servicios públicos que les apoyen, complementan la renta doméstica con pequeños empleos fuera de casa… Son los trabajos que no computan en las cifras oficiales, los trabajos que son imprescindibles y no se pueden dejar de hacer, y que realizan las mujeres solas. Para las mujeres, la desaparición del empleo y los recortes, lejos de dejarlas sin trabajo, se lo multiplican de una forma insostenible. Aunque estén en paro, “no paran”.
La noción de trabajo debe incluir trabajos que sostienen la vida cotidianamente. Lo que asegura la reproducción social debe estar en el centro. Los trabajos relacionados con el cuidado de las personas tienen que contar, ser valorados y, sobre todo, deben repartirse. Estos trabajos necesarios, dotados de sentido vital, deben ser responsabilidad de la sociedad y de los estados, no sólo de las mujeres.
Grupo de trabajo de economía feminista